Respetarnos es tomar en serio como somos y lo que hacemos, y actuar en consecuencia (Escámez, 2008). La necesidad de respetar nuestra integridad física, psicológica y moral parte del reconocimiento de nuestra vulnerabilidad como seres humanos (Morais y Monteiro, 2017), lo que significa que cuando no nos respetamos podemos resultar dañados. Al reconocer mi vulnerabilidad, puedo reconocer la vulnerabilidad de los demás, y comprender mejor la necesidad de respetarnos mutuamente.

Al esfuerzo por satisfacer la necesidad de apoyo físico y emocional de los demás de manera voluntaria se le denomina “conducta prosocial” (Auné et al, 2014). Ayudar a otra persona, grupo o causa social aumenta la probabilidad de generar una reciprocidad positiva y solidaria, promoviendo la creatividad e iniciativa de las personas o grupos; además impacta positivamente en la autoestima, bienestar emocional y sentimiento de pertenencia (Salovey et al, 1999, en Auné et al, op.cit).

Ser solidarios significa ser sensibles al dolor y comprender el sufrimiento de los miembros de nuestra comunidad, movilizándonos a asumir sus intereses como propios y compartir sus aspiraciones de igualdad de oportunidades, integración y justicia (Yiraldo y Ruiz Silva, 2015). La solidaridad nos motiva a cambiar nuestra comunidad positivamente, mejorando la calidad de vida de todos.

Ser cortés es ser cuidadoso en el trato social con los demás, siendo generoso en la expresión de nuestro aprecio y valoración positiva a los demás, y mesurados y prudentes en la crítica, y absteniéndome de insultar, amenazar o realizar otras expresiones que puedan comunicar desprecio y resultar dañinas (Carrasco, 1999; Portolés, 2011).

Actuar con cortesía en la comunicación formal oral o escrita institucional nos permite una mejor retroalimentación y colaboración en el logro de nuestras metas comunes al interior de nuestra organización; por el contrario, el uso de la informalidad en la comunicación con los otros miembros de la comunidad universitaria, cuando se refiere a asuntos laborales o académicos, puede resultar incómodo y/o insultante, además de entorpecer muchas veces el logro de los objetivos comunes, la resolución de los problemas o la satisfacción de necesidades (Gámez, 2007, en Rojas, 2011).

Ser asertivo es comunicar con confianza, claridad y eficiencia lo que necesito y quiero decir, en el momento y lugar adecuado, con firmeza, respeto y sin represión ni agresividad, valorando tanto las propias opiniones como las de lo demás. La asertividad permite que comuniques una autoestima positiva y también repercute en una autoestima positiva en los demás (Gaeta y Galvanovskis, 2009).

La misión de una institución sintetiza su propósito actual, el cual es coherente con las aspiraciones de todos quienes forman parte y se relacionan con ella; la visión es la aspiración futura de la organización (Johnson y Acholes, 2001, en Martos, 2009).

La Universidad de La Serena declara dentro de su misión que “desarrolla principalmente programas formativos de profesionales y postgraduados, privilegiando su calidad tanto en lo académico como en lo valórico”; y en su visión señala que “aspira a ser reconocida en el sistema de educación superior por la calidad de sus actividades en el ámbito de la docencia, la investigación y la vinculación con el medio”.

La búsqueda de la calidad educativa como parte de la misión y visión de la Universidad de La Serena exige de todos el compromiso con la promoción del buen trato y la prevención y erradicación de situaciones de maltrato, por lo tanto, el buen trato forma parte de nuestra razón de ser como institución y comunidad.  

Este derecho se encuentra consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (artículo 5) y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1968 (artículo 5), ratificada por Chile en 1990.

En nuestro país, el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica se encuentra consagrado en la Constitución Política, en su capítulo III, artículo 19.

La Ley de Educación Superior N°21.091, junto con señalar que “la educación superior busca la formación integral y ética de las personas” (Artículo N° 1), en su Artículo 2 plantea dentro de los principios rectores del sistema de educación superior chileno la calidad, la inclusión, y el respeto y la promoción de los derechos humanos.

De esta forma, existe un marco normativo nacional e internacional que garantizan el respeto a la integridad física y psíquica de las personas, y obligan su defensa y promoción como parte de sus derechos humanos fundamentales.

El Estatuto de la Universidad de La Serena (DFL N° 158/1981) señala en su artículo 45 que es deber del estudiante tener una conducta compatible con el ambiente de estudio, respeto y tolerancia que son propios de la vida académica, y aceptar y cumplir los reglamentos que regulen la vida y convivencia universitaria.

El Decreto N° 039/1984, que establece los Derechos y Deberes de los estudiantes de la Universidad de La Serena, señala en su artículo 5, el derecho de los estudiantes a recibir una formación profesional de nivel superior y el acceso a una formación ética y de realización humana; y el derecho de recibir de todos y cada uno de los miembros de la comunidad universitaria un trato digno y respetuoso. El artículo 7 indica dentro de los deberes de los estudiantes el trato respetuoso con todos los miembros de la comunidad universitaria y el respeto de sus derechos.

De esta forma, para regular la vida y convivencia universitaria, la Universidad de La Serena desde sus orígenes ha establecido como derecho y deber estudiantil el dar y recibir un trato digno y respetuoso.

Varios autores (Acun-Kapikiran, 2011; Shanafelt & West, 2007, citados por Gustems y Calderón, 2014) señalan que el establecimiento de buenas relaciones con los demás es uno de los factores más importantes para asegurar el propio bienestar psicológico.

Diversos estudios (Strauss, 2002; Fontana, 1992; Trianes, 2000, citados por Espinoza, 2006) dan cuenta de la relación entre maltrato en estudiantes recibido de parte de compañeros y/o maestros, y dificultades en el aprendizaje junto con un peor rendimiento académico. Según Cowie (2013), las víctimas de maltrato experimentan soledad, aislamiento social, baja autoestima y depresión; mientras que quienes ejercen la violencia son más propensos a participar en conductas agresivas y antisociales, corren más riesgos de generar adicciones al alcohol o a las drogas; y también, al igual que las víctimas, presentan más riesgos de depresión e intentos de suicidio. Souramder (2010, en Cowie 2013) encontró mayor propensión de sintomatología psicosomática como dolor de cabeza, dolor abdominal e insomnio en víctimas de ciberacoso.

El buen trato no solo repercute positivamente en quien lo recibe, sino que también genera bienestar psicológico en quien lo da, previniendo situaciones problemáticas tanto en quien lo da como en quien lo recibe.